En un grupo de Facebook llamado “Viejitos de Torre-Arg.”, donde se recopilan historias y anécdotas de trabajadores petroleros del país, una pregunta despertó una catarata de relatos que rescatan antiguos mitos de la actividad hidrocarburífera en la región.
El interrogante planteado fue: ¿Mito o verdad? La historia que cuenta que en la década del 60 del siglo pasado, cuando el presidente Arturo Illia (1963-66) anuló los contratos suscriptos por su precesor, Arturo Frondizi (1958-62), alguna empresa petrolera internacional que se fue de Comodoro Rivadavia tiró sus camionetas al mar para no llevarlas a su país ni ofrecerlas a la venta ¿Alguien fue testigo de esto?.
ASI LO RECUERDAN
Las respuestas no tardaron en llegar y tejieron un mosaico de recuerdos y versiones. Según los comentarios, durante el retiro de empresas como Saipem, Parker Drilling, Loffland y otras, habría sido común enterrar o arrojar al mar camionetas, camiones, herramientas y equipos, ante el elevado costo de repatriarlos o las complicaciones administrativas para venderlos localmente.
Uno de los relatos indica que Parker Drilling, al abandonar el país, habría tirado al mar camionetas cargadas de herramientas, repuestos y hasta camiones. Algo similar se cuenta sobre la empresa italiana Saipem, que —según los trabajadores— habría enterrado vehículos y equipos en la zona de Perro Negro y El Cordón, en Santa Cruz.
Otros testimonios mencionan que, tras la finalización de obras como el gasoducto de Puesto Hernández a Luján de Cuyo (a comienzos de los ’80) o el dique Agua del Toro, vehículos y maquinaria fueron abandonados, enterrados o destruidos. En Neuquén y Río Negro, se habla de empresas como COGASCO que habrían hundido camionetas por los altos costos de repatriación y la complejidad de los trámites para transferir los vehículos.
Entre tantas historias, aparece la figura del padre Juan Corti, que habría logrado rescatar y armar un par de jeeps Fiat abandonados por alguna compañía.
También se mencionan casos más recientes, como el paso de Rowan Drilling a Pride International en 2008, cuando —según los relatos— móviles y tráilers habrían terminado en el mar, mientras que algunos camiones y equipos permanecieron en actividad.
Entre el mito y la memoria colectiva, estos relatos reflejan una parte poco conocida del paso de las grandes petroleras extranjeras por la cuenca del Golfo San Jorge, y siguen despertando preguntas sobre lo que realmente ocurrió con aquellos vehículos e instalaciones.