“Siento que viene algo detrás, me doy vuelta, el perro me salta al cuello, pongo la mano, me agarra la cara, le bajo la cabeza y lo agarro de la piel abajo”, revivió Mariana Gabriela Lillo en diálogo con Jornada el momento en que salía de trabajar en Draig Goch, en Gaiman, y un pitbull casi la mata.
El ataque sucedió el sábado a la mañana, a las 10.40 horas, cuando Mariana cruzaba la cancha de rugby de Gaiman, había terminado limpiar el salón de hockey, y volvía a su casa en el mismo barrio. Ese día tenía pensando llevar a su hijo de diez años pero se arrepintió de milagro.
Mariana sabía que el pitbull era bravo; por las mañanas cuidaba a una abuela que vive en la casa de al lado. Solía ver al perro dar vueltas en círculo y estrellarse contra las rejas. Nunca se imaginó que algún día pudiera cruzar la puerta. Hasta que lo peor que podía pasar finalmente ocurrió.
“El perro salió por el alambrado, que tiene una parte rota, se escapó por ahí, cruzó a la cancha y fue directo a atacarme”.
Mariana iba caminando, escuchó “vení acá”, se tocó la cara y vio la sangre. El dueño agarró el perro y recién entonces cayó en la cuenta de lo que había pasado.
“Sentí que algo me había mordido, pero no un dolor tan grande. Le dije cómo pueden tener un perro así, es peligroso. Empecé a sangrar más, me saqué la campera, me hice presión y seguí caminando. No sabía lo que me había hecho”.
Cuando llegó a su casa, a unas pocas cuadras, llamó a Violeta, una amiga que maneja un remis, y le pidió que la llevara al hospital. La hija, al ver el horror, fue directo a la comisaría a hacer la denuncia. La amiga no podía creerlo; les sacó fotos a las heridas y la llevó a la guardia.
Una médica le suturó las heridas en la mejilla, mentón y labios y le curó las heridas que están cicatrizándole en la boca. “La doctora y las enfermeras se portaron de diez conmigo”, agradeció Mariana quien duerme sentada del dolor y no puede trabajar.
En su casa ahora recibe visitas de familiares, amigos y conocidos que están conmovidos no solo por lo que pasó, sino por lo que pudo haber pasado. Los fines de semana el lugar se llena de niños que van a jugar al rugby. “Los chicos del Draig Goch se pusieron la camiseta, me compraron los antibióticos y están a disposición”, agradeció.
¿QUÉ HACER CON EL PITBULL?
Después del ataque, los empleados municipales de Zoonosis se llevaron al pitbull para hacerle estudios por si tiene alguna enfermedad y, por ahora, permanece a resguardo.
Paralelamente, la causa del ataque fue remitida a los tribunales de Trelew donde sigue su curso. Al día siguiente, la víctima hizo una ampliación de la denuncia contando su versión.
Mariana tiene tres gatos y dos perros, se define a ella misma como “re bichera”, no guarda rencor, no le nace cobrarse venganza pero le cuesta tener que decirlo. “La verdad me duele decir que quiero que lo duerman, ese perrito no tiene cura”, afirmó.
El caso del pitbull, por estas horas, divide a Gaiman entre aquellos que piden que lo sacrifiquen para que no suceda una tragedia, los que quieren ir a matarlo y los otros que piden que lo dejen vivir.
Mariana contó que este mismo pitbull atacó a un hombre el año pasado, pero no hizo la denuncia. “No quiero que se lo dejen otra vez, va a volver a hacer lo mismo y puede pasar una tragedia. Este perro ya no tiene recuperación porque ya ha atacado”, lamentó.
“Intenté hablar con el dueño de la casa y me dijo que no lo molestara más, que el perro es del hijo. El chico se comunicó recién el domingo tratando de pedirme disculpas, no había visto las fotos”, concluyó.
Fuente: Jornada