Planifica y exige esfuerzo, sacrificio y concentración para que el equipo cumpla con lo que diseñó. Expone ideas y no esconde los fundamentos para llevarla en práctica en una conferencia de prensa. Sus equipos hacen lo que dice y proyecta: Uruguay lo disfruta y los 33 mil orientales que vibraron en la cancha se entusiasman con la actualidad de la Celeste.
El triunfo 5 a 0 sobre Bolivia, por la segunda jornada del Grupo C de la Copa América, no tuvo sobresaltos. De principio a fin, los charrúas manejaron la pelota, los espacios, resultaron los protagonistas como a él le gusta y los goles llegaron por diferentes vías. Marcelo Bielsa observa cómo crece futbolísticamente su obra, los jugadores se enseñan cómodos con el estilo del Loco y los de afuera arman fiestas en Time Square o el mismo MetLife Stadium. Seis puntos en dos partidos y a definir la zona el lunes, desde las 22, frente a Estados Unidos en Kansas City; un empate y hasta una derrota, por la diferencia de goles, lo clasificará primero para los cuartos de final. Motivación y razonamientos, sobran.
Los esquemas tácticos fueron una señal de las ambiciones de cada selección. Uruguay se plantó con el clásico 4-3-3 que es una marca registrada de los equipos dirigidos por Bielsa, mientras que Bolivia, modesta y con menos quilates, levantó una muralla con un 5-4-1. Los siete remates al arco que ensayó la Celeste en 15 minutos marcaron un distintivo de la agresividad de los charrúas, que se posicionaron con sus zagueros centrales en la mitad de la cancha para que el resto del conjunto se distribuya en campo boliviano.
Los movimientos uruguayos abrieron grietas desde el inicio: al minuto y medio de juego, Facundo Pellistri hizo una recuperación alta, desbordó y Darwin Núñez, de cabeza, midió el remate que se marchó junto al poste izquierdo de Guillermo Viscarra. Complacido por la acción y contrariado por la definición, el Loco igualmente aprobó la actividad sentado, como es costumbre, en la heladera de bebidas.
El resumen de la goleada de Uruguay sobre Bolivia
Anticipó el rosarino cuál es el libreto preferido y al que no renuncia bajo ninguna circunstancia. Y lo más destacado, cumplió con el mensaje que bajó un día antes. “El fútbol a grandes rasgos es poseer la pelota más que intentar recuperarla. Nuestro objetivo es ese, poseerla. La otra opción es jugar en campo rival o propio campo, y nosotros elegimos jugar en campo rival. Los que tienen el dominio del trámite y aumentan las situaciones de peligro, sufren menos. El plan B, al que hacen referencia, creo que se refiere a ceder el campo y la pelota. Siempre aspiro a que las cualidades de los jugadores que dirijo sean las que determinen el protagonismo. Elijo protagonismo”, expuso, siempre claro y didáctico en los conceptos.
No hay plan B para la hoja de ruta de Uruguay. Los fundamentos con los que el seleccionador convence a los futbolistas se observa en el campo de juego, y el MetLife Stadium fue testigo. Manuel Ugarte, el capitán Federico Valverde y Nicolás De la Cruz –reemplazó a Giorgian De Arrascaeta y fue el único cambio, respecto a la victoria 3-1 en el debuto sobre Panamá-, volantes dinámicos, que cambiaron posiciones y en inferioridad numérica descubrían los espacios para que los cuatro volantes bolivianos no los detectaran y corrieran siempre detrás del balón.
De una falta sobre Valverde, la pelota parada para romper el cerrojo: De la Cruz lanzó, Ronald Araujo bajó la pelota de cabeza y Pellistri, por el sector opuesto, la empujó ante la desesperación de Viscarra y la mirada y estatismo de Roberto Fernández que era su marca.
Ocho minutos, Uruguay al frente del tablero y el mismo libreto: jugar en campo rival. Si Pellistri era un indescifrable por la derecha, las trepadas de Matías Viña para juntarse con Maximiliano Araujo desestabilizaban a Bolivia por la izquierda. Las jugadas tenían casi siempre el mismo destinatario para cerrarla: Darwin Núñez. De Artigas, es el elegido por Bielsa para tomar la posta de dos históricos, nombres de peso, que pusieron un sello en la Celeste: Luis Suárez, que es suplente y disputó sus primeros diez minutos en la actual Copa América, y Edinson Cavani, que renunció a la convocatoria y se retiró de la selección. El grito de “Lucho, Lucho” y “Suárez, Suárez”, atronó con el 4-0, y Bielsa lo mandó a la cancha para que el máximo goleador de la historia de la selección, con 68 tantos, jugará su partido 139° con la Celeste.
“Nadie se convierte en goleador por errar goles, sino por lo contrario: por convertirlos. Todos los jugadores que son goleadores perdurables, no lo que meten de vez en cuando, es porque saben definir. Luego, son humanos y tienen ciclos. Darwin es un jugador que no necesita acompañamiento, porque hay que saber jugar en Liverpool. Hay que saber lo que significa, lo que gestiona en proporción al lugar que ocupa en el fútbol mundial. Lo único que me preocupa es que quede en la mayor cantidad de veces posibles en condiciones de hacer lo que hace de forma extraordinaria, que es convertir”, comentó Bielsa sobre el artillero, su función y la responsabilidad por el gol.
La descripción fue una imagen que se presentó en la cancha: Darwin tuvo varias situaciones: exigió a Viscarra, que respondió con el pie; estrelló la pelota en el travesaño, luego de una habilitación de De la Cruz, y se llenó la boca de gol con el pase de Maxi Araujo, al definir entre el arquero y el poste derecho.
No es antojadiza la búsqueda del artillero, la estadística es contundente: convirtió en los últimos siete juegos de modo consecutivo la friolera de diez goles; en total acumula 13 en 25 juegos. Bolivia es una de sus víctimas: por duplicado celebró en noviembre pasado, en la victoria 3-0, en el estadio Centenario, por las eliminatorias para el Mundial 2026, y ahora en Nueva Jersey. Argentina, Colombia y Brasil también sufrieron el poder de fuego del atacante, que ostenta un hat-trick sobre México, en el último amistoso antes de iniciar la aventura continental.
El impacto por el desgaste del juego con Panamá y Bolivia empezó a dinamitar la precisión y la intensidad de Uruguay, todo un alivio para un rival que estuvo en partido apenas durante ocho minutos. Pero apenas recuperó oxígeno, avasalló: De la Cruz, siempre cerebral, asistió a Maxi Araujo para elevar la ventaja; Pajarito Valverde y Rodrigo Bentancur redondearon la goleada. La racha charrúa ante los bolivianos en la Copa América, crece: cuarto éxito, siempre en etapa de grupos, y sin recibir goles. ¿El último tropiezo? El certamen que se disputó en Bolivia en 1997. Para el seleccionado que conduce el brasileño Antonio Carlos Zago, la serie negativa se extendió a 14 partidos: no festeja desde el 3-2 sobre Ecuador, en Chile 2015.