«La inflación pasó a un tercer plano. A la gente ya no le preocupa tanto”, les dijo Javier Milei a los cuatro gobernadores con los que se reunió el jueves en la Casa Rosada para empezar a darle forma al demorado Pacto de Mayo, que ahora fue concertado para el 9 de Julio en Tucumán. El Presidente cree que la desaceleración de precios es su principal logro de gestión y asegura que, después de un leve repunte que se producirá en junio por la suba de tarifas, en los próximos meses se profundizará la tendencia a la baja para reducirse a la mitad el año próximo. Atribuye a esa merma que los economistas le cuestionen el tipo de cambio y hablen de inconsistencias en el programa económico: “Es pura envidia”, los maldice. Ubica en la cima de ese grupo de escépticos a Miguel Angel Broda y a Carlos Melconian, pero, de a poco, también va incorporando a Domingo Cavallo, a quien prefiere no criticar, acaso para no caer en su propia trampa: hasta hace muy poco lo calificaba en público como el mejor ministro de Economía de la historia.
A los mandatarios provinciales les pidió que no presten atención a los malos augurios, ni de los economistas ni de otros protagonistas del Círculo Rojo, como ciertos empresarios y periodistas, por los que profesa la misma aversión. Les dijo que, una vez que la Ley Bases pase el último filtro de la Cámara de Diputados, el país iniciará un camino hacia la baja de impuestos, primero, y hacia el crecimiento, después.
Fe y esperanza, como diría el último libertario, no le faltan, pese a que los mercados viven días de desconcierto y a que en algunos rubros -el de la construcción, el automotriz y el comercio- la actividad se desploma y se traduce en pérdidas de puestos de trabajo.
En la cita en Balcarce 50, el tucumano Osvaldo Jaldo, el salteño Gustavo Sáenz, el catamarqueño Raúl Jalil y el jujeño Carlos Sadir se comprometieron a seguir apoyando al Gobierno. Prima entre ellos una suerte de reconversión, en especial de los tres primeros, que son peronistas y apostaron por Sergio Massa. Al menos dos de ellos felicitaron ese día a Milei por el discurso que venía de dar en Rosario por el Día de la Bandera, en el que pidió que se dejen a un lado las “anteojeras partidarias”. El mileísmo los considera aliados. El kirchnerismo se espanta.
Jaldo se puso meloso para agradecerle a Milei que el Pacto de Mayo -al que pretenden sumar desde ex presidentes hasta integrantes de la Corte Suprema- se haga en su provincia. “Yo sé que te gustan los dulces”, dijo, y le regaló diez bolsas de nueces confitadas. El encuentro duró apenas media hora, pero hubo un clima de celebración.
“¿Vos sabías que yo también canto, Javier?”, sorprendió Sáenz. El salteño encendió el celular y mostró un video de TikTok en el que canta con Los Palmeras y el Chaqueño Palavecino durante el aniversario número 100 de la fundación de Tartagal. “Ah, pero este es peor que yo”, dijo el jefe de Estado frente a los otros tres gobernadores, que no paraban de reírse. Milei encontró la excusa perfecta para cerrar el encuentro en la piel de Leonardo Favio, como hizo alguna vez en el programa de Guido Kaczka. Se puso a cantar a capela unas estrofas de “Ella ya me olvidó”. Un deleite.
El Presidente alargó el entusiasmo al salir. Se acercó caminando hasta las rejas que separan la Casa Rosada de la avenida Rivadavia y saludó a la gente, algo que hace habitualmente, incluso cuando no hay periodistas a la vista: suele bajarse del auto cuando lo reconocen y entablar pequeños diálogos con desconocidos. Allí, dicen en su equipo, radica su fortaleza, en conservar el apoyo popular, al menos el de quienes hicieron posible el batacazo electoral, que hasta el momento no le pasan facturas por el brutal ajuste de la economía. La culpa es de Cristina o de Alberto Fernández, incluso de Mauricio Macri si es necesario. Nunca del libertario.
La percepción de Milei coincide con cierto cambio de expectativas que registran algunos analistas de opinión pública. A medida que la inflación afloja surgen nuevas demandas, que podrían alterar la agenda y el comportamiento del Ejecutivo, que sigue esas mediciones, al menos las propias, como si fueran una biblia.
Ya no es la suba de precios el principal reclamo de los argentinos, como ocurría en diciembre. La preocupación comienza a virar hacia la desocupación y la inseguridad. El primer ítem es recurrente: cuando a la gente se le pregunta cuál es su principal temor, muchos responden sin vacilar: “Quedarme sin trabajo”.
Sin embargo, los votantes de La Libertad Avanza ratifican que su líder “está haciendo lo que hay que hacer”. En algunos distritos clave, como Córdoba -que podría transformarse en un bastión del mileísmo, como antes lo fue del PRO-, el respaldo se mantiene muy alto. Eso explica por qué el gobernador Martín Llaryora ya no se muestra tan crítico de Milei; hasta se apuró a confirmar ayer que estará presente en Tucumán a firmar el Pacto de Mayo.
La profundidad del ajuste, el respaldo popular y el estilo de Milei siguen siendo materia de estudio, cuando no de estupor, para la política tradicional. Dice un dirigente peronista que ocupó cargos ejecutivos y un rol destacado en el Congreso: “Yo ya no hago más pronósticos, ya perdí varias batallas. Sigo viendo a un loco en el poder, que se saca selfies y no tiene sustento político. Si yo fuera él estaría infartado frente a tantos problemas, pero él actúa como si nada y la gente le cree y siente que el futuro puede ser mejor”.
Santiago Caputo, el gurú de Milei, sabe que no hay posibilidades de sostener el apoyo en el mediano plazo si no se empieza a ver la luz. Lo charla con frecuencia con su jefe y con Karina, que para él son casi la misma persona. Milei, por lo pronto, ya no dice que está feliz de la vida con el Gabinete. Asume que algunas piezas no encajaron en su esquema inicial (en las últimas horas la ligó Nicolás Posse, como si él mismo no le hubiera dado un poder rutilante antes y después de asumir) y que se necesita un retoque. Lo va a impulsar cuando regrese de su gira europea, que coincidirá casi con el último paso de la Ley Bases por Diputados.
Milei envía mensajes, cada vez más subidos de tono y desafiantes a su propia tropa. En una entrevista con Jonatan Viale en TN dijo que nadie le tocará “el culo” a Luis Caputo. Respalda muy seguido a Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano que amagó con irse varias veces, y, puertas para adentro, pidió que dejen de atacarla. En sus charlas a solas con Milei, la ministra se ha quejado de operaciones que parten del propio Gobierno y que buscan desestabilizarla frente a un ministerio inmenso y, para muchos, inmanejable.
Milei amenaza con echar a quienes propician aquellas operaciones o dedican tiempo a las peleas. También debió negar que Diana Mondino vaya a dejar la Cancillería. Demasiado desgaste por sostener lo obvio -que él es el jefe, como dijo en la entrevista- a menos de siete meses de haber inaugurado su administración.
Mientras las internas no cesan, Milei designará como ministro -de modernización o de desregulación- a Federico Sturzenegger, un duro entre los duros, que ya conversa con “Toto” Caputo (“tendrán que convivir”, dijo Milei), pero que difícilmente se mantenga dócil en el ejercicio de su tarea.
Caputo prepara la rebaja del impuesto País para después de la sanción definitiva de la Ley Bases. Hay quienes dicen que será inmediato. Llevará el impuesto del 17,5% actual al 7,5%, que es el porcentaje que estaba fijado cuando se fue Alberto Fernández. Caputo le dijo a su equipo que compensará esa plata con Ganancias, Bienes Personales y la moratoria impositiva. Pero su apuesta de fondo es otra.
El economista apunta a sacar el cepo cambiario de a poco y maneja una fecha que no comparte con nadie para su liberación definitiva: fin de año. “Sería un lindo regalo de Navidad para todos”, confía un miembro del gabinete económico.
Antes de eso, Argentina deberá entablar un nuevo acuerdo con el FMI. Esas negociaciones aún no se iniciaron de modo formal y podrían demorar entre cuatro y seis meses. Milei y Caputo quieren un préstamo de entre 10 mil y 15 mil millones de dólares para que la liberación del cepo no se convierta en un riesgo para la cotización del dólar oficial.
El organismo, desde luego, pondrá condiciones. Quiere un dólar más alto, que la plata del préstamo no se use para intervenir en el mercado, que desaparezca el dólar blend, que se mantenga el ajuste fiscal, que haya consenso entre oficialismo y oposición para reformas drásticas y que se proteja a los sectores más vulnerables.
Podría pedir también, ya que estamos, un pase de magia.