Lo mejor está por venir (Il sol dell’avvenire, Italia-Francia/2023). Dirección: Nanni Moretti. Guion: Francesca Marciano, Nanni Moretti, Federica Pontremoli y Valia Santella. Fotografía: Michele D’Attanasio. Edición: Clelio Benevento. Elenco: Nanni Moretti, Margherita Buy, Silvio Orlando, Barbora Bobulova, Mathieu Amalric, Zsolt Anger, Jerzy Stuhr, Arianna Pozzoli, Valentina Romani, Teco Celio, Elena Lietti, Flavio Furno. Duración: 95 minutos. Calificación: apta para todo público (con leyendas). Nuestra opinión: muy buena.
Es lógico que un artista como Nanni Moretti, que ha llegado a los 70 años y tiene el cuerpo de obra del que puede enorgullecerse empiece a sentir que es la hora de los balances y que esa convicción debe reflejarse en sus películas. Lo hemos visto en Días perfectos, un film estrenado este año en la Argentina en el que, a partir de un inusual encargo, Wim Wenders diseñó como un pequeño ensayo sobre el valor de la simpleza, la austeridad y la empatía en un mundo cada vez más repleto de estímulos banales.
Lo mejor está por venir, título local que conserva el espíritu pero le quita algo de poesía al original, cuya traducción literal es El sol del futuro, nos presenta a un protagonista excluyente, el propio Moretti, como es habitual en su extensa trayectoria, iniciada a mediados de los años 70, y un nuevo ejercicio de cine dentro del cine.
Giovanni (el mismo nombre de pila del personaje que el director encarnó en la conmovedora La habitación del hijo) está en pleno rodaje de un largometraje que repasa la revolución popular contra el opresivo régimen comunista de Hungría en 1956 y, como suele ocurrir casi siempre con los cineastas empecinados en defender su independencia estética e ideológica, no parece encajar en el canon de su época.
Cuando se estrenó en el Festival de Cannes de 2023 se habló bastante de una “carta de amor al cine” de Moretti. Y de algún modo esta película lo es. Al menos de una manera de entender el cine, de una sensibilidad artística que hoy luce casi perimida. Pero también hay espacio para el ajuste de cuentas con el Partido Comunista Italiano, que como muchos otros de todo el planeta durante el estalinismo se rindió ante la rigidez y el autoritarismo del dogma soviético.
Todo está atravesado por el humor punzante y la capacidad de autoparodia que siempre caracterizaron a Moretti, el homenaje a la vitalidad y la belleza del musical en el cine y la devoción por el talento extravagante de otro artista italiano irrepetible como Franco Battiato.
Lo mejor está por venir es el manifiesto personal de un hombre abrumado por las circunstancias: un presente en el que las plataformas de streaming controlan la producción audiovisual con un criterio dominante, el de los resultados, que también se ha impuesto con eficacia en el terreno de la política.
Inesperadamente, esta película que revela la incomodidad y el desconcierto de su autor ante un escenario que observa con angustia o, en el mejor de los casos, ironía filosa recaudó en su país más de 3 millones de euros en sus primeras semanas, un rendimiento sorprendente para la media de asistencia pospandemia en Italia y todo el resto del mundo.
Un premio justo para alguien que todavía cree en el poder y la influencia de una película entendida como instrumento de resistencia y motor para impulsar cambios. Si hay algo que le debemos reconocer a Nanni Moretti a la luz de una sólida carrera artística de más de 50 años es su valentía y su fe inclaudicable en la herramienta expresiva que ha elegido para dejar una huella imposible de pasar por alto en la historia del cine.