Una semana puede ser mucho tiempo en la Argentina. El presidente Javier Milei se preguntaba el viernes pasado en la red X si la Argentina estaba ante un caso de apreciación cambiaria -una inquietud creciente en el mundo económico y empresario- o frente a un caso “de reacomodamiento de precios relativos donde la Argentina es cara en dólares dada su estructura fiscal y regulatoria”. Tres días más tarde, el Gobierno agregó un nuevo elemento a esa estructura al ampliar el alcance del impuesto PAIS a la compra de divisas destinadas al giro de utilidades y el pago de dividendos de las empresas. Y si bien busca equiparar la carga impositiva con la de otras operaciones, como la compra de dólares o las importaciones, es una señal contradictoria en momentos en que el país necesita atraer inversiones. De hecho, aún están frescas las palabras del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, en la Bolsa de Comercio hace solo siete días, cuando les prometió a los empresarios que, si invierten, “la economía va a crecer, si la economía crece vamos a recaudar más, y si recaudamos más vamos a tener superávit y a bajar los impuestos”.
El economista y diputado del Pro Luciano Laspina fue uno de los primeros en señalar ayer el contrasentido de estas medidas de un Milei que hace tres años prometía “cortarse un brazo” antes de subir impuestos. “El Gobierno aplicará el impuesto PAÍS al giro de dividendos al exterior. O sea, una empresa que invirtió acá pagará 35% de Ganancias + 7% de impuesto a la distribución de dividendos + (new!) 17,5% de impuesto PAIS. Alícuota final 60%. Ni en Noruega! Para esto se necesita el RIGI [Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones]”, posteó en X. “El otro problema es que el RIGI ‘congela’ la estructura tributaria actual. De modo que, legalmente, aún cuando se saque el impuesto PAIS en el futuro, alguien podría reponerlo sin violar el RIGI, que había derogado el 7% de impuestos a los dividendos! Los inversores van a esperar”, pronosticó.
El impuesto PAIS podría desaparecer cuando se elimine el cepo y se unifique el tipo de cambio. Probablemente esa sea la apuesta del Gobierno, y hasta que las condiciones no estén dadas para hacerlo aprovecha los “beneficios” de las restricciones en materia de estabilidad cambiaria, acopio de reservas e ingresos fiscales. Y pese a que en su charla Caputo dijo que no se iban a apurar a abrir el cepo hasta no estar seguros de que no habrá sobresaltos con el dólar, el Gobierno sabe que es la condición necesaria para que la Argentina atraiga inversiones y se recupere rápidamente el nivel de actividad. La expectativa del mercado es que sea mucho antes de que termine la vigencia del impuesto PAIS, a fin de año, pero las necesidades fiscales condicionarán los tiempos.
Esto no es lo único que miran los analistas cuando especulan sobre el final del cepo: creen que el atraso cambiario que empieza a evidenciarse podría tener un alto costo cuando finalmente el mercado de cambios sea libre. Muchos creen que en ese momento podría haber un salto en la cotización del dólar que reavivaría el círculo vicioso de la inflación y tiraría todo por la borda, razón por la que promueven una devaluación mensual más alta que la actual (del 2%) para que la brecha con ese hipotético tipo de cambio de equilibrio sea más acotada. Es justamente el debate que mantuvo muy ocupados en una esgrima verbal con los economistas a Caputo y a Milei la última semana. Más contradicciones. Mientras que el ministro avisó que vamos a convivir con un tipo de cambio más apreciado y que “esa apreciación vino para quedarse”, el Presidente negó tal apreciación y volvió a cargar contra los expertos.
Hay, con todo, señales inequívocas de un dólar barato. “Volvió el turismo de compras en Santiago”, dice un aviso publicitario que circula en las redes sociales desde hace varios días. Es de la agencia de viajes Almundo y no se refiere a Santiago del Estero, sino a la capital de Chile que, luego de algunos años de pérdida de atractivo cambiario, vuelve a convocar argentinos a sus shoppings y tiendas de electrónica en busca de productos baratos en la comparación con el mercado argentino.
Según datos de Almundo, el interés por Santiago de Chile como destino de compras creció fuerte: la búsqueda de vuelos pasó del 5% del total de búsquedas web en enero al 22% en abril, y en el mismo período, la venta de pasajes a ese destino, en esa plataforma digital, tuvo un crecimiento del 220%. Por otra parte, en productos terrestres (venta de hoteles, actividades, paquetes), se comenzó a notar una mayor demanda a ese destino por la diferencia en el tipo de cambio. El crecimiento en la venta de terrestres fue de un 120% en abril con respecto a enero, explican en la agencia. Aun con ingresos deprimidos, para algunos crisis es oportunidad…de consumo.
“Cada vez que un ministro de Economía justifica el atraso cambiario es que hay un problema”, dice Martín Rapetti, economista que se especializó en el estudio de los tipos de cambio. En un extenso paper sobre la aplicación de planes económicos en América latina entre 1970 y 2020, Rapetti constata que el tipo de cambio nominal funciona como ancla para bajar la inflación en el sentido en que se desacelera más rápido que el nivel de precios de la economía, por lo tanto, el tipo de cambio real se retrasa durante los programas de estabilización. Pero, en la mayoría de los casos, no es un proceso inmediato, sino de mediano plazo.
“La Argentina debería estar más cara en dólares una vez que estén hechas las reformas, cuando mejore su productividad (infraestructura, logística, burocracia estatal) y luego de la llegada de inversiones importantes, por ejemplo, en energía y minería. Pero aún no estamos ahí; no te volviste Noruega en cinco meses”, señala. “Si no hay problemas con el tipo de cambio, entonces liberá el cepo y listo; estás corriendo un riesgo excesivo queriendo bajar la inflación a un nivel que no podés sostener”, opina Rapetti.
Con él coincide un economista que pide anonimato para no confrontar con el Gobierno: “Están poniendo el carro delante del caballo porque todavía las reformas no se hicieron; primero hacés las reformas, entra mucha plata porque todo el mundo quiere invertir en tu país y se aprecia el tipo de cambio. Acá se te está apreciando antes de que entre la plata y por un cepo. Y para salir del cepo vas a tener que buscar tasa real positiva y tipo de cambio competitivo”.
“Hoy quizás el atraso cambiario no es grave y es manejable. Está bien si lo querés hacer por un par de meses para tratar de anclar la inflación, pero si te enamorás de esto va a seguir empeorando. La convertibilidad nos llevó a un atraso del tipo de cambio, pero después de privatizar y desregular todo”, advierte el analista. “El promedio de la convertibilidad fue de 747 pesos usando el tipo de cambio multilateral a precios de abril. Y la economía argentina está sustancialmente peor que en aquel entonces: en recesión y con precios de las commodities que son medio pelo; además, cuando ves que todo el mundo viaja y que el súper está más barato en Londres es que algo pasa”, agrega.
Como Milei, Toto Caputo es muy crítico con sus colegas. Evita las diatribas al estilo presidencial, pero en privado despotrica. “No solo erran los pronósticos. Erran en sus recomendaciones de política económica y diagnósticos. El tema de la tasa real es un ejemplo contundente. Son los mismos economistas que decían que había que tener tasa real positiva, con lo cual ya estaríamos en híper si hubiéramos hecho eso, y que la inflación de diciembre a febrero iba a ser 30/30/20 por ciento”, suele decirle a su entorno. Y recomienda, al igual que el Presidente, escuchar a Ricardo Arriazu -”Un economista sin sesgo”, define-, cuyos diagnósticos van a contramano de la mayoría.
Un empresario que asistió a la charla del ministro la semana pasada asegura que lo vio muy convencido. Valoró que el equilibrio fiscal “ahora es una religión”. Fue crítico, en cambio, con otro mensaje. “Ellos dicen que arreglan la macro y que la micro depende de nosotros; pero la economía mantiene las distorsiones: mientras otros países fomentan las exportaciones acá seguimos con las retenciones”. Otro asistente opinó que Caputo “causó una buena impresión, pero se agarró del ancla cambiaria y hay que ver si aguanta”.
En los pasillos de la Bolsa no faltaron quejas sobre la inexperiencia de algunos ministros. “Es como si trajeran a un pianista a hacer la instalación eléctrica de la casa; ojalá que le emboque a los cables”, ironizaba un hombre de negocios. Tampoco las alusiones al uso indiscriminado de la motosierra. “Si exagerás el ajuste la cosa se te puede dar vuelta, como pasó con las universidades; tiene que haber un ajuste más fino porque hay gente, como los enfermos de cáncer, que no puede salir a la calle a protestar”, agregó. Las fallas en la gestión y en la comunicación se hacen cada vez más evidentes, lo cual, con frecuencia, obliga al Gobierno a desmentirse a sí mismo.
A espaldas de las advertencias, Caputo ratificó sus convicciones ante sus colaboradores: “Pretender tener un tipo de cambio depreciado con ortodoxia macroeconómica es un contrasentido. Es ingenuo, por ponerlo en términos benévolos. En la convertibilidad, el tipo de cambio equivalente a hoy era 550 pesos y duró casi 10 años”.
Mientras tanto, en Wall Street el optimismo no afloja y tienen su propia manera de ver las cosas, según un banquero argentino que volvió hace unos días de Nueva York y participó en charlas con inversores. “No habrá flujo de capitales si no generás expectativas, y para generar expectativas tenés que sacar el cepo. Con tasa de interés real negativa en pesos (aunque positiva en dólares), más los fondos que puedas conseguir del FMI, el Gobierno se está preparando para ese momento, juntando poder de fuego para que el día en que abra el cepo no se dispare el dólar”, señala. Eso explicaría la brecha entre los pésimos datos de la economía real, con caída de las ventas, del consumo y de la recaudación, y el optimismo de los mercados que se refleja en la estabilidad del dólar, la baja del riesgo país y la buena performance de los bonos y acciones argentinas. “Es un mensaje sofisticado, pero ya lo están entendiendo los que lo tienen que entender”, afirma el banquero.
Por ahora el Gobierno vive el presente y celebra la sostenida baja de la inflación (aun cuando siembra dudas la corrección de precios relativos que todavía falta) y su primera victoria política en el Congreso con la sanción de la Ley Bases en Diputados. “Hay una máxima económica que dice: expectativa mata realidad”, recuerda el banquero. De momento, al gobierno de Milei con eso le va alcanzando.