martes, 26 agosto, 2025
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El clavo que sobresale siempre encontrará el martillo

Así dice un proverbio japonés. También es común escuchar: “Contratamos gente inteligente para luego decirles cómo hacer las cosas; en lugar de escuchar de ellos cómo deberíamos nosotros hacerlas”.

Muchas veces en las organizaciones, y más allá de las expresiones formales, no solo no se premia adecuadamente el mejor desempeño, sino que se establecen formas de evaluación, que incluyen aspectos subjetivos que terminan emparejando hacia abajo y promediando desempeños, forzando curvas y haciendo que a través de estas “todo cierre”. Nada más alejado del proclamado deseo de premiar a los mejores, sus resultados y su compromiso.

Y la pregunta entonces es: ¿por qué sucede esto? La respuesta, lamentablemente, está en la referencia al clavo que sobresale y su martillo como menciona el proverbio.

Muchas veces, los estilos de liderazgo al interior de las organizaciones, basados en sus propias inseguridades, sus propios pliegues y sus falencias, no solo no destacan y reconocen el alto desempeño, sino que hasta pueden “castigarlo” con sutileza por sobresalir. Por eso, el clavo que sobresale, siempre encontrará el martillo.

Cambio de funciones, delegación de tareas y no de la responsabilidad de tomar decisiones, desestimación de proyectos e ideas sin siquiera analizarlos son algunas de las formas que adopta aquel “martillo” que culmina su trabajo al no reconocer adecuadamente las contribuciones.

Lo cierto es que, con el tiempo, aquel empleado buscará otros horizontes, otros desafíos y la organización se mantendrá con contribuyentes promedio y un estilo de liderazgo que bien podríamos equiparar con el síndrome de Procusto.

Procusto era un personaje de la mitología griega. En realidad, era un bandido que vivía en el Ática y tenía una posada en el camino entre Atenas y Eleusis. Tenía una siniestra fama ya que invitaba a los viajeros a descansar a su posada y sucedía lo siguiente: si un huésped era más alto que el largo de la cama cortaba sus extremidades que sobresalían. Si era más bajo y sobraba cama, lo estiraba hasta desmembrarlo si era necesario.

De este modo nadie coincidía exactamente con su estándar, y todos morían en el proceso de “ajustarlos”. Finalmente, el héroe Tese, en uno de sus viajes a Atenas, lo venció y le aplicó el mismo destino que este le aplicaba a tantos otros.

De esta historia surge la expresión “síndrome de Procusto” que utilizamos para describir a aquellas personas/líderes que tratan de forzar a otros a encajar en sus moldes rígidos, eliminando lo que sobresale o forzando lo que falta.

Entonces, si miramos dentro de la organización y buscamos con clara intención, podemos encontrar básicamente tres estilos de liderazgo:

El primero, obsesionado con la uniformidad, descarta lo nuevo, descarta lo que sobresale, busca rodearse con gente igual a él a fuerza de forzar lo que les falte y generar enormes ineficiencias en el medio y largo plazo. Desecha capacidades que en el futuro serán necesarias.

El segundo es el liderazgo pragmático; en lugar de forzar, diseña puestos más a medida teniendo en cuenta las fortalezas de cada persona y valora la diversidad como motor de productividad y creatividad.

Finalmente, el tercero, más visionario, ve en la diversidad no solo una ventaja, sino una oportunidad estratégica. Entiende que un buen líder no es un Procusto que ajusta a las personas a su propio molde; sino más bien un arquitecto que construye diferentes espacios y de diferentes medidas donde cada talento puede desarrollarse.

Suele suceder que con el tiempo las organizaciones aprenden la lección claramente: los líderes “procusteanos” generan conformismo y miedo, mientras que los flexibles y visionarios generan innovación, compromiso y resultados sostenibles.

La fórmula del éxito aquí será un diagnóstico temprano y certero sobre qué estilo de liderazgo está prevaleciendo en la organización y realizar los cambios a tiempo para evitar los efectos negativos de los “Procustos corporativos”.

*Marcelo Villegas es abogado especialista en negociaciones, coach ontológico y exministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. 

por Marcelo Villegas

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