domingo, 27 julio, 2025
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Hay que hackear al viejismo sembrando otras narrativas sobre la vejez

Sol Rodríguez Maiztegui siempre supo que las palabras son poderosas. Tal vez por eso combinó dos de sus pasiones -la comunicación y la gerontología- para dar batalla a la gerontofobia, a la discriminación por edad y para devolver a la vejez la humanidad perdida. Creó “El Club de la Porota” hace una década, cuando dirigía el espacio sociocultural y recreativo para personas mayores Arturo Illia, dependiente de la Caja de Jubilaciones de la Provincia. Porota es un arquetipo de mujer mayor que permite contar historias sobre la vejez con nuevas miradas y sin tabúes. El personaje está inspirado en las mujeres del Illia: activas, deseantes, llenas de vitalidad, potencialidades, habilidades y creatividad.

“Esas mujeres me enseñaron que la vejez no es sinónimo de enfermedad, ni de pasividad, ni de soledad”, sostiene. Porota es viuda con hijos grandes que decide reinventarse: dejar de ir al médico como rutina, dejar los lugares sociales esperables como la fila del banco, y empezar a ocupar otros espacios donde se sintiera tenida en cuenta. Tiene una columna en el diario “Hoy Día Córdoba” y se la encuentra en las redes sociales, Spotify y Youtube.

-¿Qué es ‘El Club de la Porota’?
-Es una propuesta de comunicación que nació para “hackear el viejismo”, para abrazar la edad, para sembrar otras narrativas sobre la vejez. Y, sobre todo, para seguir aprendiendo, compartiendo y creyendo que cada etapa de la vida merece ser vivida desde la autonomía.

-¿Le tenemos miedo a la vejez?
-Hay una gran paradoja cultural: queremos vivir muchos años, pero no queremos envejecer. Eso tiene que ver con las representaciones negativas que hemos ido construyendo alrededor del envejecimiento. De algún modo, terminamos rechazando o negando nuestra propia condición de personas envejecientes. Nos enajenamos de nuestra condición de personas deseantes, autónomas, con derecho a decidir siempre.

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-¿De qué hablan en “El Club”?
-Hablamos de lo que muchas veces no se habla: del viejismo, del miedo a la pérdida de autonomía, de la muerte, de la dependencia, de la sexualidad en la vejez, del deseo, del derecho a seguir eligiendo. Ahí es donde ‘El Club de la Porota’ se vuelve relevante porque confronta la experiencia con la creencia. Cuando te das cuenta de que en la vejez todavía podés crear, enamorarte, elegir, disfrutar, aprender, tener proyectos, ahí empezás a hackear el viejismo que nos atraviesa culturalmente. Empezás a construir otras configuraciones mentales sobre envejecer. Y eso transforma.

-Es el poder de la palabra…
-Siempre digo que la comunicación es una herramienta estratégica, pero también una herramienta afectiva, vital. Las personas nos vamos narrando a nosotras mismas. Somos biografía, no sólo biología (…) Tenemos que hackear nuestras propias ideas preconcebidas. Aquellas que, sin darnos cuenta, nos llevan a discriminar a otras personas por su edad o a tener actitudes viejistas con nosotras mismas.

-¿Cómo hacemos para desterrar esas ideas?
-Estoy trabajando con un concepto que me resuena mucho: el de narrativas regenerativas. Viene de la biología, donde la naturaleza se regenera a sí misma. Me gusta pensarlo como una vuelta a casa: una vuelta a mí. Empezar a reconocer cuándo lo que pienso, digo o creo sobre la vejez ya no me representa (…) No se trata de negar la edad, ni el paso del tiempo, ni los cambios que trae. Se trata de dejar de vivir según lo que se espera de mí “por tener cierta edad” y empezar a preguntarme: ¿quién soy hoy? ¿Qué quiero a los 60, a los 70, a los 80 o a los 100? Y desde ahí, volver a habitar mi proceso de vida como propia, sin entregarle a la cultura viejista el poder de decidir sobre mí.

-¿Se puede envejecer saludablemente?
-Claro que sí. Pero primero habría que preguntarnos qué entendemos por salud. Porque si creemos que envejecer saludablemente es no tener ninguna enfermedad ni usar ningún instrumento de apoyo, estamos partiendo de una definición muy limitada. La salud no es la ausencia de enfermedad. La salud tiene que ver con la posibilidad de seguir decidiendo, de seguir eligiendo, de sentir que tengo herramientas que me permiten sostener mi autonomía (…) y sentir que nuestra vida nos pertenece. Y cuando, además, desarrollamos habilidades que nos ayudan a adaptarnos a los cambios.

-¿Persisten los estereotipos sobre la vejez?
-El viejismo sigue muy presente. Y lo más complejo es que muchas veces lo ejercemos sin darnos cuenta hacia otras personas mayores, pero también hacia nosotros mismos, a medida que envejecemos (…) La vejez no es un final, es una etapa más en la que podemos seguir deseando, eligiendo, amando, participando.

-¿Por qué nos cuesta hablar de la sexualidad en las personas mayores?
-Porque culturalmente hemos instalado la idea de que a medida que envejecemos, nos vamos deshumanizando. Pensar que una persona mayor deja de ser alguien que desea es despersonalizarla. Sigue siendo un tabú, porque hemos narrado la vejez desde el miedo a la enfermedad, a la dependencia, a la muerte, al desamor. Y desde ahí hemos creado un culto a la juventud, que se evidencia en el lenguaje mismo. Decirle “vieja” a alguien es un insulto. Las palabras dañan, claro. Pero nos dañan cuando les damos ese poder (…) Si yo no le doy poder al viejismo, el viejismo pierde fuerza (…) La creatividad es una herramienta poderosa para interpelar el viejismo. Podemos reírnos del viejismo, ponerle humor.

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-¿Cómo hackeamos el viejismo, el edadismo y la gerontofobia?
-Volviendo a nosotros mismos. Reconfigurando lo que nos decimos. Dándonos cuenta de que hay otras narrativas posibles. Se trata de poner luz sobre lo regenerativo, que ya existe: es el mundo de los encuentros, de las palabras compartidas, de los vínculos significativos, del cuidado mutuo.

Nueva mirada sobre el envejecimiento

Consultada respecto a si es posible una nueva mirada sobre el envejecimiento, Sol Rodríguez Maiztegui es contundente: “Es absolutamente necesario. Estamos atravesando un cambio demográfico inédito: para el año 2050, en el mundo habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15. Y eso nos obliga a repensar muchos supuestos culturales”. En ese sentido, la especialista señala que “así como en las últimas décadas logramos instalar en la agenda pública temas como la discapacidad o las perspectivas de género, ahora nos toca hablar del envejecimiento como un proceso transversal, vital y diverso”.

Y añade: “Necesitamos salir del modelo único, negativo y homogéneo de la vejez asociada exclusivamente a pérdida, a enfermedad, a deterioro, para empezar a ver otras formas de transitar el envejecimiento. La longevidad es una verdadera conquista humana que, de alguna manera, estamos ‘celebrando’ como un gran fracaso”.

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