“La obra reflexiona sobre las causas erradas por las que uno lleva encima cosas que no debiera. Esa causa no es el deseo, las ganas, el apego sino que se hace por culpa, miedo, nostalgia, el deber ser, los mandatos, la inercia o la costumbre”, dice Vanesa Butera, autora e protagonista de “Coraza. Cáscara. Casa”, con dirección de Sebastián Suñé que se presenta los sábados a las 20.30 en el Método Kairós.
El unipersonal musical con canciones y textos de Butera cuenta con los músicos en vivo Javier López del Carril, Carlos Britez, Lisandro Etala y Matías Cadoni. La historia gira en torno a una limpieza imposible que tiene lugar cuando una mudanza, una ruptura o un golpe inesperado son la oportunidad perfecta para dar de nuevo y reacomodar el espacio. Conversamos con Butera.
Periodista: ¿De qué van los textos que escribiste para la obra?
Vanesa Butera: Tienen que ver con dar de nuevo, cambios, esos momentos bisagra en los que hay que reacomodar la casa y ver qué nos sobra y que no. Pone de ejemplo la mudanza, que es ese momento en el que uno literalmente se pone a armar cajas y empieza a ver las cosas que tiene guardadas y no usa nunca y debiera usar más seguido, o esas cosas a mano que no se usan y se deberían guardar. Uno lo hace cuando se muda pero debiera hacerlo poéticamente cuando tiene otro tipo de mudanza, cuando se va de un vínculo, de un trabajo, de una relación, de un golpe y tiene que seguir. Que pasa cuando pasamos por un momento bisagra y tenemos que reacomodarnos, volver a armar ese camión lleno en el que llevamos cosas porque sí porque estamos acostumbrados y no porque realmente queremos.
P.: El título de la obra parece un alias.
V.B.: Tiene un poco de ironía porque el alias hoy día es una transferencia, algo sumamente inmediato, que casi ni te das cuenta y la mandas en un segundo. Hay cosas que debieran ser así de inmediatas y nos llevan años. Hay un paralelo irónico.
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P.: ¿Hay algo de stand? ¿Cómo es este monólogo?
V.B.: Coquetea con stand up, tiene unión fuerte con lo cotidiano, habla de estas cosas que nos suceden en el momento de reacomodarnos, yendo a lo chiquito, identificable. Eso que nos pasa a todos, pero desde un lugar reflexivo, autocrítico, verdadero en cuanto a que critica lo difícil que es dejar las cosas, soltar. Y reconoce que es difícil, no es hashtag soltar y qué fácil, es lindo decirlo pero hacer es difícil.
P.: ¿Cómo es tu personaje?
V.B.: Esta completamente perdido, no sabe por dónde empezar, está viendo como reconstruirse. Sobre la marcha literal toma decisiones a medida que la obra avanza. Está evaluando qué tipo de limpieza hace y es imposible, de esas que parece no se podrán hacer nunca, pasa de ser una limpieza literal a poética, para hacer lugar, para que pueda entrar lo nuevo pero a la vez sin desechar lo viejo. Es una forma extraña y difícil de reacomodar el espacio con cosas que uno no quiere desprenderse pero no quiere que obstaculicen. Busca el equilibrio perfecto en el que esas cosas no impidan avanzar.
P.: ¿Qué reflexión hace la obra sobre el miedo, la culpa, la nostalgia?
V.B.: La obra reflexiona sobre las causas erradas por las que uno lleva encima cosas que no debiera. Esa causa no es el deseo, ganas, apego, son cosas entendibles, sino que lo hace por culpa, miedo, nostalgia, deber ser, mandato, inercia, costumbre. Qué difícil es pararse a identificar eso que uno decide no soltar porque piensa que no quiere pero es porque no puede hacer otra cosa y dejar atrás. La obra se ríe de nosotros y perdona por no poder hacer otra cosa.
P.: ¿Cómo ves teatro y cultura?
V.B.: Es un momento complicado de la cultura, de resistencia y ayudándonos entre colegas para poder estrenar y difundir. Se nota el sentido de comunidad de apoyo de necesidad de aunarnos. Se ve el esfuerzo del público en venir a ver y difundiendo, a su vez el alivio que genera ver una obra de teatro o concierto en tiempos en que la realidad pega fuerte. Son momentos difíciles para hacer pero a la vez importante y necesario el poder hacer.