El Uruguay de Marcelo Bielsa vence por 1-0 a la Argentina campeona mundial en la Bombonera. En el entretiempo, sin embargo, Bielsa reta duro a Darwin Núñez. Cuando el equipo va volviendo al campo, Luis Suárez ve que Darwin “lagrimea”. “Vos estás acá por mérito tuyo”, le dice, “seguí así y ahora rompela”. En el segundo tiempo Uruguay concreta su histórica victoria. Núñez marca el 2-0 final. Corre al banco y se abraza con Suárez. Terminado el partido, cuenta Suárez, Bielsa lo reprocha. “No lo estamos ayudando (a Núñez) con esas cosas. Si yo no le hablo así, ¿viste lo que corrió en el segundo tiempo?”. Suárez le dice que okey, pero que también su tarea es darle contención al compañero. Hay otro abrazo omitido en el relato. Interminable y dentro del campo, apenas terminó la última Copa América de Estados Unidos. Abrazo entre Bielsa y Núñez.
Como Luis Suárez y otros jugadores uruguayos, también Julio Grondona desesperaba en 2001 porque Bielsa no lo saludaba cuando era DT de la selección argentina. “A usted le parece”, le decía Grondona a su interlocutor, “yo soy el presidente de la AFA, voy a la concentración, me siento al lado del tipo y no me saluda. ¡Ni me mira! Parezco un boludo”. A un conocido de ambos, del DT y de él, Grondona le pedía que intercediera: “Me da la espalda en el ascensor”. Crónicas uruguayas de estos últimos días parecen indicar que, tras una reunión apenas antes de la Copa América, el plantel celeste sí había logrado convencer a Bielsa sobre la necesidad del saludo. El único disgusto público fue el de Agustín Canobbio, suplente que se sintió “destratado”. Sólo juegan once.
Pero hasta ese momento, excepto Canobbio y algunas críticas de empleados desplazados, todo parecía ideal. Y la selección en gran estado. Solo un mes atrás Federico Valverde agradecía inclusive a Bielsa porque “fue la única persona que nos salió a defender. Siempre nos defendió con cruz y espada”. Se refería a la fuerte defensa de Bielsa, luego de las críticas y sanciones porque algunos de sus jugadores, tras la caída en semifinales de Copa América, subieron a la tribuna protegiendo a familiares y se golpearon con hinchas colombianos. En esa misma conferencia, Bielsa fue también el único que criticó a la Conmebol por las graves deficiencias del torneo. Apuntó hasta contra Estados Unidos, país organizador de la Copa. Sede del próximo Mundial.
Colegas uruguayos admiten hoy que, sin embargo, el vínculo DT-plantel comenzaba a sufrir algún desgaste. Bielsa había modificado viejas costumbres de una selección empoderada tras años de una dura batalla contra Tenfield (la firma de Paco Casal, que era un poder tras las sombras en el fútbol de Uruguay). El DT Oscar Tabárez, su política de diálogo permanente con los líderes, fortaleció ese perfil. Bielsa, se sabe, es otro método. Una cierta distancia para privilegiar el trato igualitario. Llámese Grondona, Luis Suárez o “Minguta” (el utilero cuyo apodo se hizo famoso en estos días). Suárez, último líder (más en el campo que en el vestuario) de aquella gran generación, sintió que el método Bielsa no respetaba su trayectoria. Como hace con todos, Bielsa no le había garantizado convocatoria pos Copa América. El goleador precipitó entonces su retiro de la selección.
El jueves pasado, sin consultar al plantel, Suárez ofreció su entrevista al programa radial del periodista Rodrigo Romano. Una bomba contra Bielsa. Es el mismo periodista que abandonó indignado una conferencia última en la que Bielsa, acaso desbordado, había cuestionado duro a la prensa. Romano, que relata los partidos de la selección que transmite el canal de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), solía viajar con el plantel en el avión chárter de la selección. Fue una de las tantas costumbres que cambiaron cuando Bielsa asumió el cargo.
Bielsa, se sabe, exige duro. Es impaciente. Tensa los vínculos al límite (“mi esposa me recomendó que sonriera y mirara a los ojos. Creo que eso ya es un aporte significativo a las relaciones humanas”, reconoció cierta inhabilidad suya cuando asumió en Lille). Difícil creer en cambio que Bielsa se ensañe contra empleados porque son de rango menor. Basta leer, entre muchísimas otras, la crónica de Carlos Serrano Barrie en su hermoso libro “Bielsa. Los años chilenos”, sobre el vínculo del DT con Mario Riquelme, el verdulero de Macul. Las redes polemizan y dividen. Josema Gutiérrez aseguró el lunes apoyo pleno al DT, dijo que las diferencias se resuelven “puertas adentro” y, lúcido, habló de cómo seguir. Porque Uruguay juega este mismo viernes en Lima y el martes próximo recibe a Ecuador.
“Algunos de ustedes –provoca Pep Guardiola a sus jugadores en un documental de Manchester City– juegan mejor cuando me odian, así que ódienme”. Antes, lo que sucedía dentro del vestuario solía quedar allí. Hoy es más complejo. El que abrió la puerta, en este caso, fue un ídolo que está en el proceso siempre difícil del retiro cercano. “Es nuestro ‘Gordo’ que le hizo dos goles a Inglaterra, rengo e insultado, el que ganó la Copa América en 2011, el que mordió y los ingleses usaron para tirar toda su moral arriba, el que volvió y le hizo goles a Brasil en el Maracaná, el único ídolo de verdad que teníamos, ninguno de los jugadores de la selección se fue así”, lo defiende un amigo desde Montevideo. Uruguay nos desnudó en estos días un vestuario que, sencillamente, se parece a la vida. Y que nos hizo recordar a Obdulio Varela, el capitán de aquel campeón mundial de 1950 en el Maracanazo. “Los de afuera”, decía el recordado Negro Jefe, “son de palo”.
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