domingo, 22 septiembre, 2024
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Censura invisible en las redes

Hablar del mundo de redes sociales es meterse con un monstruo enorme e inmanejable, sin códigos, donde todo vale y la violencia es moneda corriente. Desde la llegada de los teléfonos inteligentes a nuestras vidas, que se volvieron extensiones de nuestras manos, universos como X, Instagram, TikTok, Telegram, entre otras, gobiernan nuestro tiempo, ánimo y autoestima. Sus creadores utilizan todas sus artimañas para que nos volvamos adictxs a ellas y cada vez ocupan más espacios y momentos de nuestras vidas. Lo podrán ver en sus círculos de amigues, en la calle o en el transporte público: todxs con la cabeza mirando hacia abajo. Nos volvimos hiperdependientes de los celulares, pero sobre todo de las redes y todo lo que ocurre en ellas.

Si bien las redes sociales son democráticas y cada uno puede expresar lo que se le cruza por la cabeza y que en muchos lugares del mundo sirvieron para que la gente estuviera comunicada en circunstancias difíciles, también existe la censura. En los últimos meses he notado la restricción de contenido en varias de las cuentas que sigo por “infringir las reglas”. Lo llamativo de este asunto es que la mayoría pertenecen a colectivos feministas y compañeras muy comprometidas políticamente con los derechos LGBTIQ+. Es difícil tratar de comprender el algoritmo de Meta y su método de “control” de lo que sí puede transitar libremente por las redes.

Resulta como mínimo contradictorio el hecho de que un espacio que es una cloaca de odio y violencia desmedida censure contenido que lejos está de generar ese tipo de sentimientos o emociones. La semana pasada bloquearon el WhatsApp de la cuenta @mujeresquenofuerontapa, de Lala Pasquinelli. Cada vez que Meta sanciona una cuenta, nunca se sabe si la van a volver a desbloquear. Esa incertidumbre genera muchos cuestionamientos. También provoca autocensura: la gente empieza a pensar varias veces si debe postear tal o cual cosa por miedo a ser denunciada.

¿Por qué el ojo está puesto en ciertas cuentas o usuarios? Hablé con algunas de las chicas, como @roferrer y me contó que esto les sucede a muchas compañeras. Pasquinelli explicaba sobre el episodio reciente algo bastante claro: los eventos de censura van configurando nuestros pensamientos. Instalan el miedo y a partir de eso, la inacción: “No estamos pudiendo decir y usar nuestras palabras para hablar: estamos hablando del lenguaje de las plataformas que nos permiten decir, lo que no censuran” decía Lala.

Las palabras que utilizamos o las fotos que acompañan algunas publicaciones son excusas. Lo que molesta es el contenido y nuestra lucha, así de simple. Es tan injusto el presente, que genera impotencia. ¿Cómo pueden seguir activas cuentas extremadamente discriminatorias que incitan a la violencia y que están violando todas las normas de convivencia de la red social? No sólo no son dadas de baja, sino que sus contenidos son replicados sin ninguna consecuencia. Cada vez que denuncié contenido transodiante no hubo sanciones contundentes. ¿Qué pasa ahí? ¿No lo detecta Meta? ¿Por qué inhabilita, en cambio, a quienes intentan luchar contra esa violencia?

Estas acciones de censura habrían comenzado en las elecciones del año pasado y se incrementaron en los últimos meses. La pregunta del millón es… ¿la libertad dónde está? ¿Qué herramienta nos queda para defendernos de este presente tan desigual? Las redes que creamos entre nosotras son una fuente inagotable de amor y contención. Luchar contra la violencia patriarcal es una batalla que nos pertenece a todes. Pensar que porque no creés en el feminismo, no te toca es muy ingenuo. La violencia está ahí, en la calle, los hogares, el trabajo, la escuela, en todos lados. Y los depredadores, también.

Las consecuencias de estas censuras van a ser enormes, sé que hay un mundo fuera de la virtualidad y creo que todes sabemos que estos espacios son fundamentales para la construcción de los nuevos sentidos. La única forma de ayudarnos es compartiendo nuestros contenidos y reflexiones. Pocas cosas me producen tanta felicidad como cuando se acercan y me dicen que leen esta columna. Les agradezco y espero que podamos encontrar el modo de que las redes vuelvan a ser útiles para lo que fueron creadas: para conectarnos y que tejamos relaciones entre nosotrxs.

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