Cora Schumacher volvió a la tapa de los medios internacionales luego de la fuerte respuesta que tuvo al conocer que su expareja, el piloto Ralf Schumacher, es gay y tiene novio. Lo cierto es que, a pesar del escándalo, la alemana ya está consolidada como un símbolo del automovilismo y la televisión europea.
El nombre de Cora tomó fuerza en las últimas horas luego de dar una entrevista a la revista alemana Der Spiegel, en la que se refirió a su ex: “Le pedí que me aclarara si lo que se decía (que era homosexual) era cierto; pero él siempre lo negó y decía que me estaba imaginando todo y que probablemente necesitaba ayuda psicológica”. No obstante, en la actualidad logró sanar su pasado y aseguró que está “muy feliz” por el presente de Ralf con su pareja Etienne.
Cora-Caroline Brinkmann nació en Langenfeld, Alemania. Tiene 47 años y tuvo un hijo con Ralf, David. La rubia se volvió famosa al contraer matrimonio con el piloto de carreras y al transformarse en la cuñada de Michael Schumacher. Lo cierto es que antes de ser una celebridad, estudió comunicación y trabajó como modelo, profesión que aún continúa al promocionar diferentes marcas en sus redes.
Es hija de un empresario germano, Gerd Brinkmann, por lo que siempre tuvo interés en el mundo de los negocios (algo que poco a poco proyectó con ser su propia empresa al abrirse camino en la actuación). Sin embargo, terminó por convertirse en mediática, al punto tal que además de estar al frente de diversos realities como presentadora, también fue parte de muchos como jugadora.
En 2001, se casó con Ralf y debido a su relación con el mundo del automovilismo también se embarcó en el desafío de ser piloto de autos de carrera. Y, aunque, no obtuvo el éxito que esperaba, dejó en claro que es una mujer todoterreno, lista para enfrentar lo que sea.
En su cuenta de Instagram a diario postea situaciones de su vida privada, con el fin de hacer parte a sus más de 435 mil seguidores de las experiencias en las que se aventura, como por ejemplo, el reciente concurso de supervivencia alemán en un entorno agreste de Australia, el cual tuvo que abandonarlo a mitad de camino por una cláusula con su familia.
LA NACION