El Gobierno parece haber conseguido en estos primeros meses de gestión una base de apoyo bastante estable, que supera levemente a la mitad de la población. También se ha mantenido firme la cantidad de personas que dice en las encuestas que no está de acuerdo con lo que está haciendo Javier Milei.
La operación más fácil es concluir que todos o casi todos los que están de acuerdo con el Gobierno están dispuestos a votar en las elecciones del año que viene a los candidatos del oficialismo.
Mucho más difícil, en cambio, es tratar de entender a quién votarán los que están en contra de Milei. Predecir eso es arduo porque, así como el oficialismo podría resumirse en, como máximo, tres dirigentes electoralmente atractivos –Milei, Victoria Villarruel y Patricia Bullrich-, en la oposición lo que se ve es, ya desde hace tiempo, una pulverización.
Ninguno de los dirigentes de la oposición es hoy competitivo en términos electorales, pero sí se puede decir que hay un partido que quedó parado, por decisión propia y también con alguna ayuda del discurso del Gobierno, como el que encarna mejor el perfil anti Milei: el peronismo.
Cristina Kirchner quedó fuera de los lugares más visibles de ese espacio. La ex vicepresidenta mantiene la vocación de seguir “ordenando desde afuera” al kirchnerismo, pero sin ocupar cargos formales ni insistir con candidaturas. Eso convierte a Axel Kicillof en el candidato natural a encabezar el intento de recambio del peronismo.
Luego de muchos años de aislamiento y de evitar los caminos que lo pusieran frente a una expansión nacional, Kicillof comenzó a conversar con otros gobernadores del peronismo.
Kicillof sabe que gobierna el distrito en el que siempre -y en 2025 sucederá lo mismo- se definen las victorias o las derrotas de las elecciones intermedias.
Como el año próximo no habrá un único candidato en todas las boletas del país -algo que sucede en las elecciones presidenciales- el resultado que definirá el escenario será el de la provincia de Buenos Aires, el distrito que gobierna Kicillof y que deberá dejar en 2027 porque ya no tiene posibilidades de reelegir.
“Nosotros estamos obligados a ganar Buenos Aires. Si perdemos la Provincia, aunque ganemos en otros distritos importantes, estamos liquidados. Casi diría que es en lo único que tenemos que pensar”, se sinceró esta semana ante Clarín un funcionario bonaerense muy conocedor del peronismo bonaerense.
¿Qué hará Kicillof? Es verdad que pensar hoy en 2025 es tan estéril como tratar de determinar cómo será la vida de nuestros bisnietos, pero el Gobernador tiene ante sí una primera disyuntiva. Él puede hacer como hizo siempre y ceder a otros actores del kirchnerismo la integración de las listas legislativas o, por primera vez, pensarse a sí mismo como jefe, anotarse en la próxima carrera presidencial y decir que la lapicera está en sus manos.
Si se inclina por esta segunda opción, tendrá que sortear las intenciones de Máximo Kirchner, o al menos negociar con él. También tendrá que pensar qué tipo de relación piensa establecer con Sergio Massa, el último candidato presidencial del peronismo. ¿Aceptaría Kicillof que Massa sea candidato a diputado en su provincia?